El movimiento “slow” apareció como respuesta alternativa a la comida rápida. Posteriormente esa filosofía fue extendiéndose a los modelos de vivienda y de ciudad y, recientemente, ha llegado a la educación.
En esencia esta corriente cultural propugna: huir de las prisas, utilizar las nuevas tecnologías para ganar tiempo para el desarrollo personal y gestionar de forma diferente el tiempo, sin ser víctimas del mismo. También destaca por la defensa del medio ambiente, por el uso de las energías renovables y por una alimentación basada en los productos ecológicos y de temporada.
Algunos padres y madres piensan que cuanto antes empiecen los niños una actividad, más aprenderán y que si hacen muchas actividades, aprenderán mucho más. La estimulación temprana puede ser útil para trabajar determinados aspectos pero, si se fuerzan los procesos naturales de aprendizaje, resulta contraproducente. Por ejemplo, cuando se pretende que los niños aprendan a leer sin tener la madurez suficiente.
Por otra parte, los programas escolares están excesivamente cargados pues, para el mismo tiempo lectivo, a las asignaturas tradicionales se han ido sumando otras, como: las nuevas tecnologías, el segundo y el tercer idioma, la educación para la ciudadanía, la religión islámica y la evangelista…Sin olvidarnos de los “deberes escolares” ni de las actividades extraescolares.
Ante esta panorámica se vuelve la mirada hacia Finlandia, país en el que el alumnado obtiene buenos resultados académicos, pero empezando la escolarización a los siete años y teniendo menos deberes y menos horas de clase que en los centros españoles.
El movimiento por una educación lenta aboga por dejar creencias, como: “Cuanto antes y cuanto más, mejor”, ya que se corre el riesgo de llevar a los niños hacia la hiperactividad y la ansiedad.
Conviene que los padres distingan entre sus expectativas e intereses y las necesidades de los chicos. Éstos no precisan tener una continua planificación de actividades, bien para que estén siempre ocupados o para que adquieran más y más conocimientos.
Los niños requieren tiempos y espacios para jugar de forma espontánea e ir descubriendo el mundo a su ritmo. A la vez se les motivará para que abran las puertas de la creatividad, de la reflexión, de la paciencia y para que disfruten cada momento.
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