dilluns, 17 de desembre del 2012

REMEDIOS PARA COMBATIR SU MAL HUMOR

Nuestros hijos ya no son bebés y quieren comportarse como los niños mayores que son (o creen ser). Si les llevamos la contraria, ya no cogen rabietas de unos minutos, sino que se ponen de un humor insoportable.

Ha desaparecido la felicidad espontánea que tenían de bebés y a veces parece que el mal genio domina su personalidad. A los cinco y seis años, los niños ya quieren tomar sus propias decisiones. Si les contradecimos pueden volverse muy cabezones.

Cuanto más les negamos algo más lo quieren, ya que a través de estos gestos reafirman su propia identidad. Creen que no hay derecho a que los adultos les impongan las reglas. Han aprendido a encender la tele, comer solos o ponerse el pijama, pero tienen que hacerlo cuando un adulto se lo pide. "¡Qué injusto! Pues entonces voy y me enfado".

¡Cómo se ponen!

El carácter de tu hijo tiene mucho que ver con su forma de enfadarse, pero también influye mucho el entorno que en el que vive y la educación que recibe de sus padres.

Si en casa percibe comportamientos agresivos es probable que grite, arroje objetos, llore... Si los papás no hacen estas cosas, se limitará a poner malas caras y a encerrarse en sí mismo.

• Si del mal humor pasa a los arrebatos, debemos zanjarlos con contundencia, especialmente si infringe las normas como pegar, insultar o romper.

• Cuando no atienda a razones, podemos darle un tiempo muerto para que se tranquilice y reflexione sobre su mal comportamiento. Por ejemplo, mandarle a un rincón de la casa donde lo podamos ver, sentadito en una silla mirando hacia la pared, durante unos tres minutos (es buena idea que tenga un reloj a la vista para que no se desespere). Debe conseguir estarse quieto y relajarse.


Halagos en vez de reproches

• Si tu hijo pasa por muchos episodios de mal genio al día es posible que quiera llamar tu atención. Está demostrado que los adultos prestan mayor atención a los niños cuando despliegan malos gestos que cuando no lo hacen.

• Debemos reforzar el buen comportamiento del pequeño, diciéndole cosas como: "Me alegra mucho que hayas recogido tus juguetes del salón", o "vi que cuando se le cayó el osito a tu hermana se lo recogiste y se lo diste, fuiste muy amable". No hay que mezclar halago con crítica, diciendo cosas como: "Qué bien que hoy te laves los dientes sin rechistar, no como otras veces", en cuyo caso la frase pierde su efecto positivo.

• Prestarle mayor atención a su buen comportamiento no significa que haya que ignorarle cuando esté de mal humor. Todos nos irritamos y no hay que reprimir esa sensación. La frustración y el enfado son parte del crecimiento. Por suerte, los malhumores de los niños se esfuman en cuanto aparece un estímulo más interesante

Enseñarles a valorar lo que tienen

• Para ayudarles a encajar mejor los inconvenientes de la vida, es muy importante que le enseñes a ver el lado positivo de las cosas: "Te has peleado con tu amigo, pero cuando te reconcilies seréis aún más amigos".

• Hay que hacerles ver la botella medio llena y no medio vacía, enseñarles a valorar lo que tienen, no lo que les falta, porque siempre les va a faltar algo.

Un problema puede tener muchas soluciones y los pequeños deben aprender a encontrar varias salidas. Siempre les podemos ayudar diciéndoles: "No podemos ir al cine, pero podemos hacer otra cosa en su lugar".
Los padres deben escuchar a sus hijos. Puede que el niño esté enfadado con razón: se le ha roto su muñeco, el profe ha sido injusto con él... En estos casos, no hay que silenciar su mal genio, sino mostrar empatía y enseñarle a sobrellevarlo.

Autora: Judith León.
Asesora: María Victoria Martín, psicóloga infantil.