dimarts, 20 de març del 2012

¿QUÉ BENEFICIOS TIENE PARA LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS JUGAR AL AJEDREZ?

Jugar al ajedrez resulta una actividad muy interesante para los niños y las niñas pues, además de servirles de entretenimiento y de diversión, posibilita que desarrollen una serie de habilidades y de capacidades.

En algunos países le dan mucha importancia al ajedrez, ya que figura en los programas educativos como asignatura optativa y, en otros, tienen diseñados proyectos específicos para su promoción entre los escolares. Los expertos recomiendan que los niños se inicien en el ajedrez a partir de los cuatro años.

Entre los beneficios que adquieren quienes lo practican está el desarrollo de la memoria, ya que les resulta muy útil retener jugadas de partidas anteriores. Asimismo fomenta el aumento de la atención y de la concentración, pues un pequeño descuido puede significar la pérdida de la partida.

Además sirve para que los niños caigan en cuenta que, como ocurre con cualquier actividad, en el ajedrez se requiere planificar y valorar las diferentes opciones y elegir la que se considere mejor. Se precisa tener una visión de conjunto de la partida en cada momento y una perspectiva de futuro, ya que se darán resultados distintos si mueven una u otra pieza. Por tanto, otra de las virtudes que aporta la práctica del ajedrez es que ayuda a la adaptación a nuevas situaciones, pues el tablero va presentando una configuración de cambio permanente.

Por consiguiente, los jugadores necesitan utilizar la imaginación y pensar de manera organizada cada uno de los movimientos que hagan, pues sus decisiones, al igual que en la vida real, tienen unas consecuencias de las que necesitan responsabilizarse. A diferencia de los deportes de equipo, que cuando se pierde se tiende a echar la culpa al árbitro o a las malas artes del equipo contrario, en el ajedrez no caben esas escusas dado que se juega solo.

En el ajedrez hace falta tiempo para estudiar las jugadas más oportunas, por lo que se fomenta la paciencia y la constancia, y no caben ni la precipitación ni el abandono.

Como el ajedrez implica aceptar unas normas y, también, los propios límites, va bien practicarlo tomándolo como un pretexto para superarse y crecer intelectual y emocionalmente. Por tanto, no procede dejarse llevar por la frustración o el enfado cuando se haya perdido una torre, un alfil o la partida.